Niño prematuro: Cuidados Enfermería

Las desventajas físicas del prematuro hacen indispensable la mejor atención por parte de la enfermera, con énfasis particular en la limpieza, el monitoreo electrónico continuo, y la evaluación manual frecuente de los signos vitales, el mantenimiento de oxigenación, hidratación y nutrición adecuadas, y la estimulación sensorial del niño y el apoyo emocional a sus padres.

La incubadora protege en buena medida contra las infecciones, pero el lavado cuidadoso de las manos resulta esencial. Es muy importante el control de las infecciones en la sala de recién nacidos a través de uso de gorros y batas. Hay que evitar el contacto directo de quienes van a cargar al niño incluyendo los padres.

Otra medida de evidente protección es el uso de equipos limpios o asépticos. Los niños colocados en incubadoras por largos períodos deben ser transferidos a otras, recién limpiadas, de forma periódica. Es indispensable cambiar con frecuencia el agua de los humidificadores, por lo menos diariamente, y de preferencia cada 8 horas.

La observación del neonato es una responsabilidad primordial y constante de la enfermera. Monitoreo de la temperatura, el pulso y la respiración. No se efectúan de manera sistemática las mediciones de la presión arterial en los prematuros, pero sí se toma con frecuencia la temperatura axilar, y se le registra; la frecuencia con que se practique esta medición depende de que tan inestable sea la temperatura corporal del niño.

Se debe de tomar de manera periódica los pulsos periféricos, y escuchar con estetoscopio, durante un minuto completo, a fin de no pasar por alto cualquier irregularidad del ritmo cardíaco. Las observaciones deben incluir la frecuencia, el ritmo y la intensidad del latido.

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Los prematuros están sujetos a riesgosos periodos de bradicardia, en que la frecuencia llega a descender hasta 60 a 80 latidos por minuto, y en taquicardia, hasta 160 a 200 por minuto.

Estas observaciones son indispensables para saber en qué medida el niño tolera los manejos, la actividad, la alimentación, la concentración de oxigeno y la temperatura en la incubadora.

El observar la respiración del prematuro, evidentemente, tiene la mayor importancia. La medición de la frecuencia respiratoria y la identificación de las retracciones costal y esternal son indispensables para establecer las contracciones de oxígeno adecuadas. Una de las características de mayor riesgo del prematuro es su tendencia a la interrupción periódica de la respiración (apnea). La hipoxia causada por esta última y las dificultades generales en la respiración suelen ser causa de retraso mental u otros trastornos neurológicos.

No todos los prematuros requieren oxígeno adicional, pero muchos sí. Mantener las incubadoras con una concentración de oxígeno del 20% a 21% que es el contenido normal del ambiente, pero en caso que el niño este cianótico, respire con rapidez y presente retracciones, requerirá más oxígeno. Las concentraciones sanguíneas elevadas de oxígeno son peligrosas. Se acompañan de daños a la retina inmadura, que causan ceguera (fibroplasia retrolental). Las pruebas de gases sanguíneos, para determinar el oxígeno en la sangre arterial, son la forma más precisa de establecer la concentración adecuada de oxígeno para un niño dado. Lo más conveniente es mantener la concentración de oxígeno por debajo del 40%, si no hay trastornos pulmonares, a menos que se compruebe la hipoxia.

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Los prematuros suelen estar muy débiles para succionar, o todavía no están presentes los reflejos de succión y deglución en forma adecuada cuando nacen tales niños. Administrar líquidos por vía intravenosa inmediatamente después del nacimiento, por medio de una sonda que se conecta a la vena umbilical, en el muñón del cordón umbilical, si se le ha cortado recientemente, pero también es posible la administración intravenosa en otras venas periféricas. Se requieren cantidades mínimas de líquidos quizá en unos 5 a 10 ml/hora o incluso menos.

Se debe llevar registros completos y precisos de los líquidos administrados por vía intravenosa. Se debe de medir y registrar el volumen urinario, para lo cual se pesan los pañales antes y después de usarlos. El volumen de orina normalmente va de 35 a 40 ml/kg/24 horas, durante los primeros días, incrementándose después hasta 50 a 100 ml. Se deberá observar y registrar el número de micciones, el color de la orina y la presencia de edema. Las fontanelas del cráneo también facilitan la evaluación de la hidratación. En caso de deshidratación la fontanelas se deprimen y están hipotensas.

Al principio, algunos prematuros reciben todos los líquidos, los electrolitos, las vitaminas y las calorías por la vía intravenosa, aunque en otros casos es posible la lactancia materna o artificial. En muchos se requiere la alimentación por sonda orogástrica usualmente cada 2 horas. Cuando no se toleran la sonda orogástrica y los líquidos intravenosos no resultan adecuados, se podrá alimentar al prematuro a través de un gotero con punta de caucho o alimentarlos por gastronomía.

Es indispensable hacer eructar a los prematuros, después de alimentarlos. Basta con cambiar de posición al niño o en ocasiones una ligera palmadita en la espalda del neonato. La mejor posición después de alimentarlo es acostarlo sobre su costado izquierdo, con la cabeza un poco elevada. Se debe pesar diariamente al prematuro, a la misma hora y antes del alimento.

La ictericia es común en los prematuros. Se debe colocar a estos niños bajo luces fluorescentes «blancas», a fin de evitar que la concentración de bilirrubina alcance un nivel peligroso (20mg/100 ml). Se colocan las luces por afuera y arriba de la incubadora, se desnuda al bebé y se protegen los ojos contra la luz ultravioleta con máscaras y parches para los ojos o con cinta de papel.

Los neonatos sometidos a fototerapia suelen requerir hasta 25% más de líquidos, a fin de prevenir la deshidratación. Las medidas de protección para las enfermeras a cargo de la fototerapia incluye el uso de lentes oscuras y de un gorro para evitar que la bombilla les queme el cabello.

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Por lo general, los prematuros sanos reciben pocos medicamentos. Se les administra una inyección de vitamina K inmediatamente después del nacimiento, y se podrá agregar vitaminas o hierro a los alimentos, para mejorar la nutrición. A veces se prescriben antibióticos intramusculares, como la penicilina, para prevenir las infecciones, o fenobarbital, para evitar la hiperbilirrubinemia. Las dosis prescritas son infimas, y se las debe calcular y medir con mucho cuidado. Usualmente el mejor sitio para las inyecciones intramusculares es la cara anterior de la parte superior del muslo.


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