Se entiende por epistaxis a toda hemorragia con origen en las fosas nasales. El nombre tiene su origen en el griego y significa «fluir gota a gota».
Las hemorragias nasales se clasifican en anteriores y posteriores. En las epistaxis anteriores, que suponen el 90% del total, el punto sangrante se encuentra normalmente en la mucosa de la región anterior del tabique nasal, en una región rica en vascularización debido a un plexo arterial conocido comoplexo de Kiesselbach. En el caso de las hemorragias nasales anteriores, el signo más frecuente es la emisión de sangre a través de un orificio nasal o de ambos.
Las hemorragia nasal posteriores son menos frecuentes y suponen aproximadamente un 10 por ciento del total. El sangrado a través de las fosas nasales es menos frecuente y el signo fundamental es la caída de sangre a través de la faringe y el tragado de la misma. Esta caída de sangre se evidencia pidiendo al paciente que abra la boca dejando la lengua dentro y observando sangrado activo por detrás de la úvula.
Habitualmente se trata de un proceso autolimitado, es decir, un proceso que remite espontáneamente. En caso de epistaxis, la primera medida es inclinar la cabeza del enfermo hacia delante e indicarle que él mismo se presione fuertemente su nariz con dos dedos durante cinco minutos cronometrados. Esta simple medida detiene la mayoría de las hemorragias. No es recomendable inclinar la cabeza del paciente hacia detrás, pues aunque esta medida detiene el sangrado a través de las fosas nasales, hace que la sangre caiga hacia la faringe y sea tragada, irritando la mucosa digestiva.
Si, tras cinco minutos de compresión, persiste el sangrado, la epistaxis debe ser evaluada por un médico. Las epistaxis anteriores se suelen beneficiar de taponamientos anteriores con diversos materiales: gasa de bordes, mechas de algodón, tapones autoexpandibles, etcétera. Las epístaxis posteriores se pueden tratar con taponamientos posteriores que se introducen a través de la boca. Los taponamientos deben retirarse a las 48 ó 72 horas aunque, en función de las características del paciente, el médico puede indicar que permanezcan más o menos tiempo.
Existen medidas de emergencia para detener el sangrado como son las sondas de uno o dos balones que se introducen a través de una fosa nasal o, en casos extremos, el tratamiento quirúrgico, que consiste en la embolización del vaso sangrante.