Enfermedades que estaban erradicadas gracias a las vacunas, ahora han vuelto a resurgir. Y la causa principal de este aumento no es que no haya suficiente inmunización para todos, sino la creencia de algunos pocos, conocidos como movimiento antivacunas, que señalan a estas como causantes de enfermedades y trastornos, como puede ser, por ejemplo, el autismo (TEA). Y esta creencia es falsa, así lo concluye un estudio realizado en Dinamarca a más de 600.000 niños. No es el único que ha echado por tierra esta afirmación, pero sí el último. La investigación se ha publicado recientemente en la revista Annals of Internal Medicine.
La tesis fundamentada de que la vacuna conjunta de la rubéola, varicela y sarampión, la que se conoce como la triple vírica (MMR, por sus siglas en inglés), provoca autismo, comenzó hace dos décadas tras la publicación de un artículo de Andrew Wakefield en 1998 en The Lancet, en el que sustentaba el hipotético vínculo entre la vacuna triple vírica y el autismo. Este estudio, que provocó el pánico y afectó a las tasas de vacunación en toda Europa, ha sido refutado en muchas ocasiones y, además, el investigador, —quien tuvo que retractarse en la misma revista por errores metodológicos que algunos expertos definen como «premeditación por su parte»—, llegó a perder su licencia de trabajo. A pesar de todo esto, el bulo se mantiene desde entonces a nivel mundial, sobre todo, alimentado por las redes sociales.
Con el fin de averiguar la verdad, los expertos del estudio danés evaluaron si dicha vacuna incrementaba el riesgo de padecer autismo. Midieron las características de los pequeños y el tiempo transcurrido desde la vacunación. En total estudiaron a 657.461 nacidos en Dinamarca desde 1999 a 2010, y les siguieron desde el primer año de vida hasta agosto de 2013.
En todos los casos se evaluó si los pequeños fueron vacunados, si habían sido diagnosticados con autismo, si tenían algún familiar con este trastorno neurobiológico o si tenía algún otro factor de riesgo para padecerlo. Se siguieron en total a más de cinco millones de personas, de los que tan solo 6.517 menores fueron diagnosticados con autismo, una incidencia, según explican los autores, de 129,7 por cada 100.000 habitantes. No se observó ninguna diferencia entre los niños vacunados y los que no, y no se determinó ningún riesgo añadido para padecer TEA entre los vacunados.
“Nuestra conclusión es que la vacuna trivírica no incrementa el riesgo de padecer autismo”, escriben los autores en la revista. Además, “no aumenta su diagnóstico entre los niños más susceptibles a padecerlo y no está relacionado con los casos de autismo que aparecen tras la vacunación”. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), uno de cada 160 niños tiene un TEA en el mundo y sus síntomas suelen comenzar en la infancia y persistir hasta la adolescencia y la edad adulta.
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