Tres pacientes parapléjicos que no podían mover ni sentir las piernas volvieron a caminar gracias a un implante que estimula eléctricamente su médula espinal, un avance que podría generalizarse en unos años, según un estudio publicado en la revista Nature Medicine.
Los tres pacientes, todos hombres, no solo no podían mover las piernas, sino que habían perdido toda la sensibilidad en ellas como resultado de accidentes que dañaron su médula espinal.
La médula espinal, contenida en la columna vertebral, es una extensión del cerebro y controla muchos movimientos, que pueden perderse si se daña el contacto con el cerebro.
En el caso de los tres pacientes, fue posible revertir la situación.
En Lausana, un equipo dirigido por la cirujana suiza Jocelyne Bloch y el neurocientífico francés Grégoire Courtine implantó unos 15 electrodos que permiten estimular eléctricamente varias zonas de la médula espinal.
No se trata de una primicia sino de la culminación de diez años de tratamientos de este tipo con el objetivo de convertirlos en una terapia que cambie la vida de muchas personas.
La idea de enviar una corriente eléctrica para recuperar el movimiento perdido se remonta a varias décadas y se puso en práctica por primera vez en 2011, cuando un parapléjico pudo volver a ponerse de pie.
Esta vez, los pacientes operados fueron capaces de dar sus primeros pasos en una cinta de correr en un laboratorio casi inmediatamente, aunque el movimiento no es comparable a la marcha normal.
Tras cinco meses de rehabilitación, los progresos eran considerables, y uno de los pacientes era capaz de caminar casi un kilómetro sin interrupción.
Uno de los primeros en recibir este implante fue el paciente Michel Roccati, un italiano que hace cuatro años tuvo un accidente de moto y quedó completamente parapléjico, pero que ahora puede levantarse y caminar con un andador en el que tiene insertados dos pequeños controles remotos.
Una tablet envía las órdenes de estimulación a un marcapaso situado en el abdomen de Michel y desde el cual se transmiten los estímulos al implante medular para que Michel se levante.
El italiano describió que puede mirar a los ojos a los clientes, tomar una copa en una mesa de pie y ducharse de pie gracias al implante. Él y otros participantes en el ensayo también pudieron subir escaleras, nadar y navegar en canoa.
Para lograr estos avances, los investigadores mejoraron drásticamente la tecnología utilizada en experiencias anteriores, que se basaban en herramientas de estimulación eléctrica preexistentes.
Pero esos dispositivos se diseñaron con una finalidad diferente: reducir el dolor en lugar de estimular el movimiento, un objetivo mucho más complejo, sobre todo porque cada ser humano tiene una médula espinal con características muy diferentes.
Otro avance importante es que, gracias a un software que utiliza inteligencia artificial, los impulsos eléctricos son mucho más precisos y se corresponden mejor con cada movimiento, en lugar de ser un flujo indiscriminado de corriente.
La tecnología debe someterse a ensayos clínicos mucho más amplios coordinados por una empresa emergente holandesa, Onward, cuyo objetivo es facilitar su uso con un teléfono, por ejemplo.
Una de las limitaciones del sistema es que, cuanto se apaga, la estimulación eléctrica no tiene casi ningún efecto duradero. Y no se puede mantener permanentemente, porque agotaría el organismo de los pacientes.